Érase una vez, una bella dama que se hallaba en lo más profundo de su jardín, leyendo cierto libro, tratando de hallar respuestas a las cuales no encontraba, mientras en su cabeza se infiltraba la idea de por que de esa manera, todo se iba dando.
Las heridas de un ayer se cerraban, pero los vestigios de ese amor permanecían, era difícil olvidarse, y con solo quemar una hoja de papel, dejar atrás todo el tiempo recorrido hasta el momento.
El dolor de esa separación, persistía, la doncella quería alguna vez verlo pasar por delante de sus ojos, verlo diferente, cambiado, distinto. Pero la mente de aquel permanecía oscura e impenetrable. Ella quería cambiarle, más no contaba ella con posibilidad alguna.
Todos los sucesos encajaban perfectamente, lo mejor era distanciarse de aquel muchacho que alguna vez había despertado en ella los más profundos y sinceros sentimientos.
Tardes algunas, a su mente volvían pensamientos que a él aludían, su ausencia se sentía, la separación le costaría y le dolería, pero en su interior, sabía que era lo mejor…
Las palabras pronunciadas por ambos jurando amor eterno quedarían vacías.
Las tardes soleadas y risas, serían cenizas.
Dolor, amargura, tristeza, incertidumbre, oprimían el pecho de la doncella.
El porqué de su huída, Tal vez... ¿ Habría aquel podido olvidar todo lo pasado?
Él jugaba en su mente, iba y venía.
La Bella dama, lucía de aspecto triste, su rostro ya no lucía rosado, sino más bien pálido… El blanco de su piel resaltaba con el negro de su cabello y el azul de sus ojos era pétreo, su luz se había apagado, luego de la partida de aquel que le había robado el corazón.
Ella anhelaba verlo volver.
En la triste espera, de la mano de la dama se resbalaba aquella rosa... ya marchita, promesa de su amor eterno. Esa rosa, que el caballero le había dado, pero que pareciese... había olvidado.
Las heridas de un ayer se cerraban, pero los vestigios de ese amor permanecían, era difícil olvidarse, y con solo quemar una hoja de papel, dejar atrás todo el tiempo recorrido hasta el momento.
El dolor de esa separación, persistía, la doncella quería alguna vez verlo pasar por delante de sus ojos, verlo diferente, cambiado, distinto. Pero la mente de aquel permanecía oscura e impenetrable. Ella quería cambiarle, más no contaba ella con posibilidad alguna.
Todos los sucesos encajaban perfectamente, lo mejor era distanciarse de aquel muchacho que alguna vez había despertado en ella los más profundos y sinceros sentimientos.
Tardes algunas, a su mente volvían pensamientos que a él aludían, su ausencia se sentía, la separación le costaría y le dolería, pero en su interior, sabía que era lo mejor…
Las palabras pronunciadas por ambos jurando amor eterno quedarían vacías.
Las tardes soleadas y risas, serían cenizas.
Dolor, amargura, tristeza, incertidumbre, oprimían el pecho de la doncella.
El porqué de su huída, Tal vez... ¿ Habría aquel podido olvidar todo lo pasado?
Él jugaba en su mente, iba y venía.
La Bella dama, lucía de aspecto triste, su rostro ya no lucía rosado, sino más bien pálido… El blanco de su piel resaltaba con el negro de su cabello y el azul de sus ojos era pétreo, su luz se había apagado, luego de la partida de aquel que le había robado el corazón.
Ella anhelaba verlo volver.
En la triste espera, de la mano de la dama se resbalaba aquella rosa... ya marchita, promesa de su amor eterno. Esa rosa, que el caballero le había dado, pero que pareciese... había olvidado.
Muy copado lo tuyo che, segui asi =) Que Dios te re bendigaa y t prospere en todo lo que quieras hacer =) Eric =D
ResponderEliminarvickyy :):)
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